
Ella corta y lava hojas de plátano en la cocina. Está en silencio, concentrada. Casi puedo ver el peso que lleva sobre los hombros y me pregunto cómo una sola persona puede cargar tanto. La semana pasada, la casa de su hermano fue incendiada durante un ataque de fuerzas terroristas en los campos. Su mamá, que sufre de varias enfermedades graves, ahora tiene que esconderse en un lugar remoto, muy al sur, lejos de todo.
Él no despega la vista del celular. No puedo ver lo que está viendo, pero sí lo escucho: disparos y explosiones, una y otra vez. “¿Birmania?”, le pregunto. “Sí”, me responde.
Mientras tanto, la hija mayor pasa el rato en Instagram, y el bebé menor gatea entre sus hermanos y se ríe feliz con sus juegos. La hermanita duerme profundamente en la otra habitación. Los cinco hijos nacieron lejos de la tierra de sus padres, sin haber vivido de cerca el trauma que forma parte de su historia.
¡Qué contraste deben sentir estos padres al ver a sus hijos! Niños que quizá nunca sabrán lo que es pisar la tierra de Myanmar, ni entenderán el dolor de haber nacido rohinyá en su país de origen. Es una mezcla de gratitud por la seguridad de sus hijos y tristeza por todo lo que se ha perdido. Hay tanto que dejaron atrás y que sus hijos nunca conocerán. Y también hay tanto por delante que ellos como padres aún no logran comprender.
Ella me sirve un plato lleno de fira y una taza caliente de té. Sabores de un hogar que alguna vez conocieron, ahora compartidos en un nuevo hogar que han formado. Él suspira, toma su tikka y sus llaves, y sale rumbo a la mezquita. Cada uno, en lo profundo de su corazón, ora por paz.
- Ora por paz y restauración en Myanmar.
- Ora para que los jóvenes rohinyás que crecen lejos de su tierra vean la mano de Dios al llevar a sus familias lejos de la violencia, hacia lugares donde puedan escuchar de Jesús.
- Ora para que el pueblo rohinyá se encuentre con el Dios que los ve en medio de su dolor.
- Ora para que los rohinyás lleguen a conocer la ESPERANZA que perdura en Jesús.